viernes, diciembre 02, 2005

In gaudium memoriam. Thanks to Mom.

Ni muchísimo menos os penséis que esto es otro post tristón. Ya os hablé de que siempre existe un hueco frío cuando alguien nos deja, pero también se quedan otros muchos a temperatura mucho más que templada, y con eso me quedo, lo prefiero.
Por otro lado, ahora que mañana hará un año, qué mejor que unas palabras. Y aunque yo ya de por sí tenga mucha labia, me voy a contener para dejar espacio a los maestros. Ayer volviendo a leer al señor Fromm encontré algo que viene que ni pintado. Para que tengáis un contexto, habla de cómo el bebé y su madre se relacionan, no es que sea una exageración.

Y a quien no le gusten las citas o los recordatorios, que se fastidie. Éste es mi blog y hago en él lo que quiero -guardando los límites del decoro, o intentándolo, ¿no?...-. (Por cierto, un inciso. Que nadie se piense que sé latín. He consultado a mis caros humanistas para poder sonar repollo en el título. ¿A que lo consigo? Años de entrenamiento...) :-P

... Aprende a percibir muchas cosas como diferentes, como poseedoras de una existencia propia. (...) Aprende a manejar a la gente; que la mamá sonríe cuando él come; que lo alza en sus brazos cuando llora; que lo alaba cuando mueve el vientre. Todas esas experiencias se cristalizan o integran en la experienca: me aman. Me aman porque soy el hijo de mi madre. Me aman porque estoy desvalido. Me aman porque soy hermoso, admirable. Me aman porque mi madre me necesita. Para utilizar una fórmula más general: me aman por lo que soy, o quizá más exactamente: me aman porque soy. Tal experiencia de ser amado por la madre es pasiva. No tengo que hacer nada para que me quieran -el amor de una madre es incondicional-. Todo lo que necesito es ser -ser su hijo-. El amor de la madre significa dicha, paz, no hace falta conseguirlo ni merecerlo. Pero la cualidad incondicional del amor materno tiene también un aspecto negativo. No sólo no es necesario merecerlo, mas también es imposible conseguirlo, producirlo, controlarlo. Si existe, es como una bendición; si no existe, es como si toda la belleza hubiera desaparecido de la vida -y nada puedo hacer para crearla-.


Bueno. Se puede decir que esa belleza de la vida para mí sigue casi inmaculada. Así que mis gracias van para ella estos días especialmente.

Para ella, pero también para todos los que esos días conseguisteis que mi balance fuera mayor en sonrisas que en lágrimas. En esa verdadera mierda (para qué nos vamos a andar con circunloquios, es así) de días, vosotros fuisteis los que me salvasteis. Y la verdad es que me sorprendí de cómo la gente se volcó y la alegría que provocó en mí, nunca se sabe qué puede ocurrir en estas situaciones...

Y eso no lo voy a olvidar en la vida, señores. Por eso este recordatorio es alegre. Porque la fortuna que tengo ni se merece, ni se puede pagar con nada.
Chapeau por ustedes también, no me cansaré, chapeau 8 tumbado veces.

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