... si queda algún lugar que no tenga precio, si hay algún remedio para el ansia de volar."
Y sigo citándole, aunque esa vocecilla popera de la canción me ha perturbado esta vez. :-P
Pero ya basta. Que si no le da la vergüenza y la hemos fastidiado, que esta gente es muy suya y una nunca sabe si le van a estar toda la noche telepatiqueando o van a desaparecer unos meses. Aunque bueno, los meses también están hechos de horas.
Que he dicho que basta. Basta.

No, ahora en serio. El otro día, leyendo un gran libro de una gran película de un gran guionista llamado William Goldman y regalado (y dedicado!) por otro gran guionista; me topé (sí, me topé, por qué no) con algo que me pareció muy cierto, aunque muy evidente a la vez.
Decía que es una aberración hacer creer a los niños desde siempre que el mundo va a ser justo, que al final todo se va a equilibrar y todos tendremos lo que nos merecemos.
No me pongo pesimista ni mucho menos, es solo que me parece verdad y un error de nuestro modo de funcionar.
No es que tengas que hacer un cínico de un niño, pero sí prepararlo para lo que va a ser su vida real. Aceptar que
también la felicidad es imperfecta -y eso no es malo-, pero que claro que existe. Y esto se puede extrapolar al amor, con el que nos pasa lo mismo. Hacerle ver que sí, que todo saldrá bien siempre y cuando él sepa pelearlo, o al menos se haga fuerte para soportar contratiempos y convertirlos en armas siempre que se pueda.
De ahí lo que decía antes, se vive bien si se quiere. Porque ser feliz (
y tal) es una simple cuestión de elección, estoy convencida. Y habrá unos que tengan más suerte, y otros un poco menos, pero quien decide disfrutar de la vida, aunque sea dura (...) lo hace. Y disfrutar de la vida también.
Ah, por cierto. Una cosa más. No sé si os habéis dado cuenta de que ahora que tenemos cuerpo, fuerza y tiempo para hacer cosas (y no especifico); la de tonterías que nos traemos en la cabeza, que consiguen empañar las ganas. Tonterías que desaparecen junto con el cuerpo, la fuerza y el tiempo, y cuando nos hacemos mayores solo quedan las ganas y entonces es a la inversa. A todos nos vienen dos palabrillas a la cabeza que harían de esto una verdadera
bitácora, en plan Keating, pero no pienso ponerlas. No. Ya sabéis que no quiero ponerme estupenda.

Y ahora que ya os he iluminado me quedo más tranquila.